Las personas que, en Jesucristo, tienen la única profesión de pertenecer exclusivamente a Dios, de estar disponibles para cumplir su voluntad y vivir el Evangelio en la Iglesia, en el mundo. Las personas que tienen la única profesión de hacer lo posible para vivir según la voluntad de Dios, para que primero Cristo sea su amor, amar lo que él ama y cómo él ama. Estar “en estado de partir” sin importar dónde ni para qué. Vivir un Evangelio siempre a descifrar, siempre a imitar, sin importar dónde o para qué, en la Iglesia y el mundo al mismo tiempo. Ser personas para quienes Dios basta, en un mundo en el que frecuentemente Dios no es nada. Personas que sacrificaron una vida normal para adquirir la libertad de obedecer, mal pero tanto como pueden, al Evangelio recibido de la Iglesia. Ser personas en las que Dios desborda, entre personas cómo ellos. (…) Personas que serán siempre a Dios y a su Iglesia, pero no saben ni cómo ni dónde. (…) Hijos de Dios y de la Iglesia que sufren como ilegítimos, pero que creen en la sangre de gracia que corre en ellos. Quieren- en la medida que Dios lo quiere- el “escándalo de la Cruz y su locura”. No quieren construir ciudades: son piedras, vivas, en la tierra, para la verdadera ciudad de Dios. Si, la caridad fraterna es obligatoria. Si, la caridad pasa antes que nada en la vida humana, especialmente cuando quiere dar la fe. Únicamente porque ellos son a Dios y que Dios es amor.
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team