Hermanos, que no haya muchos entre ustedes que pretendan ser maestros, sabiendo que los que enseñamos seremos juzgados más severamente,
porque todos faltamos de muchas maneras. Si alguien no falta con palabras es un hombre perfecto, porque es capaz de dominar toda su persona.
Cuando ponemos un freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, dominamos todo su cuerpo.
Lo mismo sucede con los barcos: por grandes que sean y a pesar de la violencia de los vientos, mediante un pequeño timón, son dirigidos adonde quiere el piloto.
De la misma manera, la lengua es un miembro pequeño, y sin embargo, puede jactarse de hacer grandes cosas. Miren cómo una pequeña llama basta para incendiar un gran bosque.
También la lengua es un fuego: es un mundo de maldad puesto en nuestros miembros, que contamina todo el cuerpo, y encendida por el mismo infierno, hace arder todo el ciclo de la vida humana.
Animales salvajes y pájaros, reptiles y peces de toda clase, han sido y son dominados por el hombre.
Por el contrario, nadie puede dominar la lengua, que es un flagelo siempre activo y lleno de veneno mortal.
Con ella bendecimos al Señor, nuestro Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios.
De la misma boca salen la bendición y la maldición. Pero no debe ser así, hermanos.
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team