Aquí estamos, llegados a la santa Gran Semana del cumplimiento de los sufrimientos de Cristo. Contemplemos nuevamente en qué situaciones, cuántas veces, cuándo y hasta dónde, el Señor de gloria se abajó por nosotros (1 Cor 2,8), nuestro Dios y Creador. Somos realmente iluminados al profundizarlo una vez más. ¿Qué alma de piedra no sería tomada por la compunción y no se dejaría doblegar, al saber que el Señor fue librado por un discípulo entre las manos de los impíos (Hech 2,23)? Fue atado por las manos de los soldados y llevado ante un tribunal. El que es la Verdad, escucha llamarse impostor y charlatán (cf. Mt 27,63). Al Salvador de todos, le pegan en el rostro y lo soporta. Lo cubren de escupidas y no se defiende. Para burlarse, lo ciñen con la corona de espinas y él no reduce a cenizas a los que osan esos ultrajes. Es revestido con un manto de púrpura como un rey y como un malhechor golpeado a puños. Es crucificado, traspasado con una lanza. Prueba la muerte, siendo la vida de todos. Enseguida resucita, levantándonos de nuestra caída, nos pone de pie para una inalterable inmortalidad. (…) ¿Qué podemos ofrecerte, ya que en tu infinita bondad, nos has considerado de un tan gran precio que, lejos de despreciar a tu criatura perdida, has venido a salvarnos con el extremo de un indecible abajamiento? Sin embargo, nos has hecho fuertes y nos has salvado. De nuestros labios pecadores e indignos, te ofrecemos toda la alabanza y acción de gracias de la que somos capaces. Se nos pide de tratar de imitar este ejemplo y conformarnos a él en las cosas grandes e importantes, tomándolo como modelo en las cosas pequeñas y humildes. De esta forma damos gracias dignamente.
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team