[Santa Catalina escuchó a Dios decirle:] No miren para atrás, dando la espalda al arado, por temor a las criaturas o a las penas: en las tribulaciones pueden alegrase. El mundo se complace en hacer mil injusticias. Sólo entristézcanse por esas injusticias del mundo, al considerar que son ofensas que me hacen. Ofendiéndome, los ofenden a ustedes, y ofendiéndolos a ustedes ellas me ofenden. Porque he devenido uno con ustedes. Lo sabes bien, les he dado mi imagen y semejanza, pero la han perdido por el pecado. Para rendirles de nuevo la vida de la gracia, he unido mi naturaleza a ustedes, cubriéndola con su humanidad. Así, de ustedes que son mi imagen, yo tomé mi semejanza al revestir la forma humana. Soy uno con ustedes, si su alma no se separa de mí por el pecado mortal, ya que el que me ama permanece en mí y yo en él. Sin embargo, será perseguido por el mundo, porque el mundo no está en conformidad conmigo. Por eso ha perseguido a mi Hijo único hasta la muerte ignominiosa de la cruz. Así hará con ustedes: los persigue, los perseguirá hasta la muerte, porque no me ama. Si el mundo me amara, los amaría también. Pero, alégrense, ya que su alegría será grande en el cielo. En verdad les digo, cuanto más sea la tribulación en el cuerpo místico de la Iglesia, más bondades y consolaciones tendrá. (…) Alégrense entonces en las penas, (…) alégrense con todos mis servidores, ya que como he prometido, yo que soy la Verdad eterna les daré la alegría.
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