Domingo, 11 De Septiembre : San Ambrosio
“Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti” (Lc 15,18). Esta es nuestra primera confesión al Creador, al Señor de misericordia, al juez de la falta. Aunque Dios conoce todo, espera la expresión de ese reconocimiento, ya que “con la boca se confiesa para obtener la salvación” (Rom 10,10). (…) Aunque aquello se dijo el hijo menor, hablar no es suficiente, es necesario volver al Padre. “Entonces partió”. ¿Dónde buscarlo, dónde encontrarlo? Tú, primero levántate y parte, tú que hasta ahora estabas sentado o somnoliento. El apóstol Pablo escribe: “Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos” (Ef 5,14). (…) Levántate, corre a la Iglesia, ahí está el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El que te escucha hablar en lo secreto de tu alma viene a tu encuentro y cuando estás todavía lejos te ve, corre. Él ve en tu corazón, corre para que nadie te atrase, te abraza. (…) Cristo se arroja a tu cuello para liberar tu nuca del yugo de la esclavitud y poner su yugo de ternura. (…) Se arroja a tu cuello mientras proclama: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio” (Mt 18,27-28). Esta su forma de abrazarte, si te conviertes. “Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies” (Lc 15,22). La ropa es la vestimenta de la sabiduría (…), hábito espiritual y vestido nupcial. El anillo es el sello de una fe sincera y la marca de la verdad. En cuanto a las sandalias, es la predicación de la Buena Noticia.
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team