Jueves, 11 De Mayo : San Cirilo de Jerusalén
El nombre del Padre, en cuanto se enuncia, hace pensar al Hijo. Igualmente, al nombrar al Hijo, se piensa inmediatamente en el Padre. Ya que hay un Padre, es sin dudas Padre de un Hijo. Hay Hijo, porque es Hijo de un Padre. (…) Cierto, en un sentido amplio, Dios es el Padre de la multitud de seres, pero por naturaleza, en realidad, es sólo el Padre del Hijo Único y Único-engendrado, nuestro Señor Jesucristo. Lo es sin que cuente el tiempo, lo es porque es el Padre del Único-engendrado. (…) Es un Padre perfecto que engendró a un Hijo perfecto, que dio todo al que engendró. Por eso dice Jesús “Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11,27). Padre que es honrado por el Único-engendrado “Honro a mi Padre” (Jn 8,49). Nos revela además “Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn 15,10). Con él lo glorificamos, exclamando con el Apóstol “Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo” (2 Cor 1,3), agregando “Por eso doblo mis rodillas delante del Padre, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra” (Ef 3,14-15). (…) Nos es acordado decir “Padre nuestro que estás en el cielo” (Mt 6,9), tal como afirmamos también en la oración. Es por pura magnificencia de la misericordia. No es por haber nacido según la naturaleza del Padre de los cielos que lo llamamos “Padre” sino que, transformados por la gracia del Padre, por acción del Hijo y el Espíritu Santo, pasamos de la esclavitud a la adopción y somos admitidos por la inefable misericordia a emplear el nombre de Padre.
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team