Jueves, 20 De Abril : San Cirilo de Jerusalén
La Vida subsistente y verdadera, es el Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo, que versa sobre todos sin excepción los dones celestiales. Gracias a su misericordia, nosotros también, hombres, hemos recibido la promesa indefectible de la Vida eterna. Tenemos que creer, “porque todo es posible a Dios” (Mt 19,26). (…) Abundan las pruebas de la Vida eterna. A nuestro deseo de obtenerla, responden las divinas Escrituras indicando la forma de llegar. En primer lugar, la Escritura enseña que se llega con la fe: “El que cree en el Hijo tiene la Vida eterna” (Jn 3,36). (…) La Escritura también indica el martirio y la confesión en Cristo: “El que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna” (Jn 12,25). La Vida eterna se adquiere anteponiendo Cristo a riquezas y parientes: “El que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre,… obtendrá como herencia la Vida eterna” (Mt 19,29). Igualmente, al guardar sus mandamientos, “No matarás, no cometerás adulterio,…” (Mt 19,18), tal como responde Jesús a su interlocutor que había preguntado “Maestro, ¿qué obras debo hacer para conseguir la Vida eterna?” (Mt 19,16). Asimismo, teniéndose lejos de las malas obras y sirviendo a Dios, afirma Pablo: “Ustedes están libres de pecado y sometidos a Dios: El fruto de esto es la santidad y su resultado, la Vida eterna” (Rom 6,22). La búsqueda de la Vida eterna comporta tantos aspectos que los he dejado de lado, a causa de su gran número. En efecto, el Señor misericordioso no ha abierto una o dos puertas, sino numerosas puertas para entrar en la Vida eterna, para que todos y cada uno, según dependa de él, pueda beneficiarse sin dificultad.
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team