Martes, 6 De Septiembre : San Agustín
Quien pide al Señor aquella sola cosa […],y esa sola cosa busca (Sal. 26,4), éste pide con seguridad y pide con certeza […]. Esta es la única vida verdadera, la única vida feliz: contemplar eternamente la belleza del Señor, en la inmortalidad e incorruptibilidad del cuerpo y del espíritu. En razón de esta sola cosa, nos son necesarias todas las demás cosas; en razón de ella, pedimos oportunamente las demás cosas. Quien posea esta vida poseerá todo lo que desee, y allí nada podrá desear que no sea conveniente. Allí está la fuente de la vida, cuya sed debemos avivar en la oración, mientras vivimos aún de esperanza. Pues ahora vivimos sin ver lo que esperamos (Rm 8,25), seguros “a la sombra de las alas de aquel ante cuya presencia están todas nuestras ansias (Sal. 35,8; 37,10); pero tenemos la certeza de “nutrirnos un día de lo sabroso de su casa y de beber del torrente de sus delicias, porque “en él está la fuente viva, y su luz nos hará ver la luz” (Sal. 35,8s); aquel día, en el cual todos nuestros deseos quedarán saciados con sus bienes y ya nada tendremos que pedir gimiendo, pues todo lo poseeremos gozando. Pero, como esta única cosa que pedimos consiste en aquella “paz que sobrepasa toda inteligencia” (Fil 4,7), incluso cuando en la oración pedimos esta paz, hemos de decir que ”no sabemos pedir lo que nos conviene” (Rm 8,26). Porque no podemos imaginar cómo sea esta paz en sí misma y, por tanto, no sabemos pedir lo que nos conviene. […] El Apóstol dice: “Cuando esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia.” Y añade a continuación: ”El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rm 8,25s).
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team