Que su alma reciba el dogma fundamental que concierne a Dios: hay un solo Dios, uno sólo, sin nacimiento, sin comienzo, sin cambios ni mutaciones. No fue engendrado por otro, no hay otro ser para tomar la sucesión de su vida. No empezó a vivir en el tiempo, no existe fecha en la que tenga fin. Es a la vez bueno y justo. (…) Único es el autor del cielo y de la tierra, el creador de los ángeles y los arcángeles. Es el autor de una multitud de criaturas, el Padre de uno sólo antes de los siglos, uno sólo que es el Hijo Único, nuestro Señor Jesucristo, con el que ha hecho todas las cosas, las visibles y las invisibles. Este Padre de nuestro Señor Jesucristo no está circunscrito en un lugar cualquiera, más pequeño que el cielo. Los cielos son la obra de sus manos, su mano abarca toda la tierra. Está en todas las cosas y más allá de todas las cosas. No te imagines que el sol sea más brillante o igual que él, ya que el que ha creado al sol es, sin comparación, mucho más grande y brillante que él. Sabe por anticipado lo que debe existir, es más fuerte que todos los seres, los conoce a todos, realiza lo que desea. No está sumido a las vicisitudes de las cosas, ni al nacimiento, tampoco a la fortuna o a lo ineluctable. Es perfecto desde todo punto de vista y posee todo tipo de virtud. No sufre disminución ni crecimiento, está siempre en el mismo estado, es absolutamente idéntico a sí mismo. Preparó una sanción a los pecadores y a los justos una corona. Muchas personas, de diversas maneras, se perdieron lejos de este Dios único. (…) Establece primero sólidamente en tu alma este dogma de la piedad por medio de la fe.
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team