Si Jonás es una figura del Señor, y por su estadía de tres días y tres noches en las entrañas del cetáceo evoca la Pasión del Salvador, su oración debe ser una expresión de la oración del Señor. «He sido arrojado de tu presencia. Pero volveré a contemplar tu santo Templo» (Jon 2:5). Cuando estaba contigo, gozando de tu luz, yo no decía: he sido rechazado. Pero, una vez al fondo del mar, envuelto de la carne humana, tomo los sentimientos del hombre, y digo: he sido arrojado de tu mirada. Eso, lo he dicho como hombre; lo siguiente, lo digo como Dios, Yo que, estando en tu condición, no me prevalí de mi igualdad contigo (Fil 2:6), porque quería elevar hacia ti el género humano. «Pero volveré a contemplar tu santo Templo». De este modo el texto del Evangelio lo dice: «Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo existiese» (Jn 17:5) y el Padre responde: «Lo he glorificado y de nuevo lo glorificaré» (Jn 12:28). El único y mismo Señor pide como hombre, promete como Dios, y está seguro de la posesión que fue siempre suya. «Las aguas me asfixiaban el aliento, el abismo me envolvía» (Jon 2:6). ¡Que el infierno no me haga su prisionero! ¡Que no me prohíba la salida! Libremente he hecho el descenso, que libremente pueda hacer la ascensión. Vine voluntariamente cautivo, debo liberar a los cautivos para que se cumpla este versículo: «Subiendo a la altura llevó los cautivos» (Ps 68:19, Ef. 4:8). En efecto, aquellos que antes estaban cautivos en la muerte, él los llevó a la vida. «Entonces el Señor ordenó al pez que vomitase a Jonás en tierra firme» (Jon 2:11). Se le ordenó entonces a ese gran cetáceo, a los abismos y a los infiernos de restituir al Salvador en la tierra; de modo que Aquél que estaba muerto para liberar a los retenidos en los lazos de la muerte, pueda llevar consigo una multitud hacia la vida.
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team