Los soldados romanos, después de flagelar a Jesús, coronarlo de espinas y revestirlo de un manto de burla, lo condujeron a Pilato. Este militar de corazón duro, aparentemente se sobrecogió al ver a este hombre desecho, roto. Lo presentó a la multitud, invitándola a la compasión, declarando: «Idou ho anthropos; Ecce homo» que nosotros traducimos habitualmente por: «¡Ahí tenéis al hombre!» (Jn 19,5). Pero, en griego, quiere decir más exactamente: «¡Ved, este es el hombre!» En boca de Pilato, estas palabras eran las de un cínico que quiere decir: «Nos gloriamos de ser hombres, pero ahora, miradle, este gusano de tierra, es el hombre! ¡Cuán menospreciable y pequeño es!». En estas cínicas palabras, el evangelista Juan, ha reconocido, sin embargo, unas palabras proféticas que ha transmitido a la cristiandad. Sí, Pilato tiene razón al decir: «¡Ved, este es el hombre!». En él, en Jesucristo, podemos leer qué es el hombre, el proyecto de Dios, y cuál es el trato que le reservamos. Viendo a Jesús destrozado podemos ver cuán cruel, pequeño y mezquino puede llegar a ser el hombre. En él podemos leer la historia del odio del hombre y la historia del pecado. Pero en él, en su amor que sufre por nuestra culpa, podemos ver todavía mejor la respuesta de Dios: Sí, éste es el hombre que Dios ha amado hasta el polvo, que Dios ha amado hasta el punto de seguirle hasta el último sufrimiento de la muerte. Hasta en la máxima bajeza, sigue siendo el llamado de Dios, el hermano de Jesucristo, llamado a tomar parte en el amor eterno de Dios. La pregunta «¿Qué es el hombre?» encuentra su respuesta en la imitación de Jesucristo. Poniendo nuestros pasos en los suyos, podemos aprender día tras día qué es el hombre en la paciencia del amor y del sufrimiento junto a Jesucristo, y así llegar a ser hombres. Así es que queremos levantar los ojos hacia aquel que Pilato y la Iglesia nos presentan. El hombre, es Él. Pidámosle que nos enseñe a llegar a ser verdaderamente unos hombres, a ser hombre.
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team