Tras contemplar los Magos
la Estrella que sigue divinos caminos,
siguieron su resplandor, y tomándola por antorcha,
al Señor poderoso hallaron por su medio.
Y accediendo hasta el inaccesible, se alegraron,
exclamándole:
¡Aleluya!
Vieron los hijos de los caldeos,
en las manos de la Virgen, al que a los hombres
plasmó con su mano.
Y considerándolo Señor, a pesar de su forma de
siervo, se apresuraron a honrarlo con regalos
y a exclamar a la Santa: Salve, Madre del astro sin ocaso.
Salve, destello del místico día.
Salve, tú apaciguas el fuego del fraude.
Salve, tú iluminas a los iniciados de la Trinidad.
Salve, de su imperio derrocaste al tirano inhumano.
Salve, tú mostraste a Cristo, Señor y amigo del hombre.
Salve, tú del bárbaro culto nos libraste.
Salve, tú nos protegiste de las obras del fango.
Salve, tú cesaste el culto del fuego.
Salve, del fuego de las pasiones nos apartas.
Salve, para los fieles guía de prudencia.
Salve, gozo de todas las generaciones. ¡Salve, virginal Esposa!
A punto estaba Simeón de salir de este mundo
embaucador, cuando niño le fuiste entregado. Más
en esto fuiste conocido cual perfecto Dios, y por
eso, ante tu inefable sabiduría, extasiado quedó,
clamando:
¡Aleluya! El Logos incircunscrito, sin marcharse
completamente de lo alto, por entero moraba con
los de aquí abajo. Pues la condescendencia divina
no ha sido tan sólo cambio de lugar, sino ante todo
el nacimiento desde una Virgen llena de Dios, que esto oye: Salve, habitáculo del infinito Dios.
Salve, puerta del venerable misterio.
Salve, de infieles perpleja lección.
Salve, indudable gloria de los fieles.
Salve, santísimo carro del que está sobre los querubines.
Salve, vivienda suprema del que está sobre los serafines.
Salve, en una concilias las cosas contrarias.
Salve, conjugas virginidad y parto.
Salve, por ti fue absuelta la falta.
Salve, por ti fue abierto el paraíso.
Salve, la llave del Reino de Cristo.
Salve, esperanza de bienes eternos. ¡Salve, virginal Esposa! El mundo de los Ángeles en pleno
quedó absorto con la gran obra de tu encarnación.
Pues contempló como Dios inaccesible para todos
hecho hombre accesible, al que con nosotros
habita, que así escucha de parte de todos:
¡Aleluya!
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team