Viernes, 18 De Abril : San Agustín

La pasión de nuestro Señor y Salvador Jesucristo es una prueba de gloria y una enseñanza de paciencia. El corazón de los creyentes puede esperar todo de la gracia divina, ya que el Hijo único y coeterno del Padre no sólo nació hombre entre los hombres sino que aceptó morir por manos de los hombres que había creado. Las promesas del Señor son grandes. Pero lo que ya cumplió por nosotros y de lo que hacemos memoria, es mucho más grande todavía. ¿Dónde están y quiénes son los impíos por los que Cristo murió? Él les ha ofrecido su muerte, ¿quién podría dudar que dará a los justos su vida? ¿Por qué la humana debilidad duda en creer que llegará un día en que los hombres vivirán con Dios? Lo que ya aconteció es mucho más increíble: Cristo murió por los hombres. ¿Quién es Cristo, sino el que dice la Escritura “Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios” (Jn1,1)? Esta Palabra de Dios “se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,14). No hubiera tenido en él de qué morir, si no hubiera tomado de nosotros una carne mortal. Así el inmortal pudo morir, así quiso dar su vida a los mortales. Más tarde, tendrán parte en su Vida los que compartieron primero su condición. Por nosotros mismos no tenemos la posibilidad de vivir, ni él la condición para morir. Hizo con nosotros ese admirable intercambio: murió por lo que era nuestro, tendremos Vida por él.
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team