Jesucristo nos exhorta a estar firmes en no frecuentar las personas que mienten, con sus palabras o sus acciones. Mis hermanos, nada es más indigno de un cristiano que el pensar una cosa y decir otra. Él debe ser un fiel imitador de su Dios, que es la rectitud y la verdad misma. Por eso, Jesucristo en el Evangelio nos reitera que nunca tenemos que mentir: “Cuando ustedes digan «sí», que sea sí, y cuando digan «no», que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno” (Mt 5,37). La 1º Carta de Pedro exhorta a ser como recién nacidos, rechazando el engaño “Renuncien a toda maldad y a todo engaño, a la hipocresía, a la envidia y a toda clase de maledicencia. Como niños recién nacidos, deseen la leche pura de la Palabra…” (1º Pe 2,1-2). (…) Consideremos la mentira en relación a nuestra dignidad de cristianos. Por el Bautismo nos hemos convertido en templos del Espíritu Santo, enemigo de toda mentira. Mis hermanos, cuando tenemos la desgracia de mentir, hacemos que el Espíritu Santo se aleje y el demonio tome su lugar y se transforme en nuestro dueño. He aquí, mis hermanos, los tristes efectos y la terrible devastación que la mentira produce en el que está tan ciego como para cometerla. Sin embargo, mis hermanos, esos pecados son comunes en el mundo. (…) ¿Qué tenemos que concluir? He aquí. Nunca acostumbrarnos a mentir, ya que una vez que se tomó el hábito, es difícil corregir. ¡Tenemos que ser sinceros y verdaderos en todo lo que decimos y hacemos! Si no quieren creernos, y bien, seguimos. (…) Mis hermanos, ¿cómo podemos utilizar para mentir a nuestra lengua, que recibió la preciosa Sangre de Jesucristo? ¿O a nuestra boca, que tantas veces sirvió de tabernáculo al adorable Cuerpo de Jesucristo? ¡Oh mi Dios! Si pensáramos en todo eso, tendríamos más coraje. ¡Feliz, mis hermanos, el que actuará con simplicidad y dirá siempre la verdad! Les deseo esta felicidad.
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team