Domingo, 23 De Julio : Homilía atribuida a San Macario de Egipto
Si alguien amasa harina sin mezclar levadura, puede aplicarse, mezclar y trabajar, pero la masa no levará y no podrá ser un buen alimento. Cuando se mezcla levadura, ella actúa en toda la masa y la hace levar, como en la comparación que el Señor aplica al Reino… Lo mismo para la carne. Si se es negligente en ponerle sal para conservarla…olerá mal y será inadecuada para consumir. De forma semejante, represéntate la humanidad entera como la carne o la masa y piensa que la naturaleza divina del Santo Espíritu es la sal y la levadura que vienen de otro mundo. Si la levadura celestial del Espíritu y la buena sal de la naturaleza divina… no son introducidas en la naturaleza humana humillada y mezclada a ella, el alma no perderá jamás el mal olor del pecado y no podrá levar a causa del peso y la deficiencia de la “levadura de la mezquindad” (1Cor 5,7). El alma se equivoca mucho si se apoya sólo sobre su propia fuerza y se cree capaz de obtener por ella misma el éxito, sin la ayuda del Espíritu. Entonces, no estaría hecha para las moradas del cielo ni para el Reino… Si el hombre pecador no se aproxima de Dios, no renuncia al mundo ni espera con esperanza y paciencia un bien ajeno a su propia naturaleza, no gustará jamás la verdadera vida. Debe esperar la fuerza del Espíritu Santo y que el Señor le instile desde lo Alto su propia vida divina…Si recibe la gracia del Espíritu y no se aleja de él, no lo ofende con sus malas acciones, persevera largo tiempo en el combate y “no entristece al Espíritu” (Ef 4,30), tendrá la felicidad de obtener la vida eterna.
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