Domingo, 8 De Enero : Homilía atribuida a San Hipólito de Roma
Cristo, creador de todas las cosas descendió como lluvia, se dio a conocer como fuente, se derramó como río (Os 6,3; Jn 4,14; 7,38) y lo vemos bautizado en el Jordán… La Fuente inasequible, que hace brotar la vida para todos los hombres y que no tiene fin, fue escondido por unas pobres y efímeras aguas. Aquel que está presente en todo, que de ninguna parte está ausente, que es inasequible a los ángeles e invisible a los hombres, viene al bautismo por su propia voluntad… «Se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía: ‘Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto’.» El Hijo amado engendra amor, y la luz inmaterial engendra «la luz inaccesible» (1Tm 6,16). «Este es mi Hijo amado»… En el arca de Noé la paloma manifestó el amor de Dios para con los hombres (Gn 8,11). Ahora el Espíritu desciende bajo la apariencia de paloma, como la que trajo un ramo de olivo, se posa encima de aquel de quien da testimonio. ¿Por qué? Para que se comprenda con toda certeza que es la voz del Padre…: «La voz del Señor sobre las aguas, el Dios de la gloria ha tronado, el Señor sobre las aguas torrenciales» (Sl 28,3) ¿Qué dice esta voz? «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. En él he puesto todo mi amor». Es aquel a quien llaman hijo de José, y es mi Hijo único según el ser divino. «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto»: tiene hambre y alimenta a innumerables multitudes, sufre y alivia a los que sufren. No tiene donde reclinar la cabeza y todo lo lleva en su mano, sufre y cura los sufrimientos. Le golpean, mas concede al mundo la libertad; le traspasan el costado mas repara el costado de Adán.
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