Jueves, 22 De Diciembre : San Beda el Venerable
María dijo: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi Espíritu en Dios, mi salvador”. El Señor, dice, me ha engrandecido con un don tan inmenso y tan inaudito, que no hay posibilidad de explicarlo con palabras, ni apenas el afecto más profundo del corazón es capaz de comprenderlo; por ello ofrezco todas las fuerzas del alma en acción de gracias,… “Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo”…
Porque sólo aquella alma a la que el Señor se digna hacer grandes favores puede proclamar la grandeza del Señor con dignas alabanzas y dirigir a quienes comparten los mismos votos y propósitos una exhortación como ésta: “Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre”.
Pues quien, una vez que haya conocido al Señor, tenga en menos el proclamar su grandeza y santificar su nombre en la medida de sus fuerzas será el menos importante en el reino de los cielos. Ya que el nombre del Señor se llama santo, porque con su singular poder trasciende a toda creatura y dista ampliamente de todas las cosas que ha hecho. “Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia”. Bellamente llama a Israel siervo del Señor, ya que efectivamente el Señor lo ha acogido para salvarlo por ser obediente y humilde, de acuerdo con lo que dice Oseas: “Israel es mi siervo, y yo lo amo”. Porque quien rechaza la humillación tampoco puede acoger la salvación, ni exclamar con el profeta: “Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida, y el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. “Como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abrahán y su descendencia por siempre”. No se refiere a la descendencia carnal de Abrahán, sino a la espiritual, o sea, no habla de los nacidos solamente de su carne, sino de los que siguieron las huellas de su fe… De modo que el advenimiento del Salvador se le prometió a Abrahán y a su descendencia por siempre, o sea, a los hijos de la promesa, de los que se dice: “Si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos de la promesa” (Ga 3,29). Con razón, pues, fueron ambas madres quienes anunciaron con sus profecías los nacimientos del Señor y de Juan… y la vida que pereció por el engaño de una sola mujer sea devuelta al mundo por la proclamación de dos mujeres que compiten por anunciar la salvación.
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team