Lunes, 20 De Noviembre : Beato Columba Marmion
Dios ve al hombre caído, rodeado de debilidades, sujeto a la tentación, a la deriva de sus inclinaciones que cambian con el tiempo, las estaciones, la salud, el entorno, la educación. El Señor es afectado por esta miseria como si fuera la propia. Ese movimiento divino que lo inclina hacia nuestra miseria para aliviarla, es la misericordia. Tan profunda es nuestra miseria que puede ser comparada a un abismo que llama al abismo de la misericordia divina (cf. Sal 42(41),8). Pero la miseria sólo llama cuando es reconocida y, entonces, la humildad profiere ese grito. La humildad es el reconocimiento práctico y continuo de nuestra miseria y ese reconocimiento atrae la mirada de Dios… No tenemos que tratar de encandilar a Dios con nuestra perfección, sino atraer su misericordia con el reconocimiento de nuestra debilidad. Tenemos una cantidad de miserias suficientes para atraer la mirada misericordiosa de nuestro Dios. Somos cómo ese pobre viajante extendido en la ruta a Jericó, despojado de sus vestimentos, cubierto de heridas. (…) Mostrar a Nuestro Señor las miserias y fealdades que desfiguran todavía nuestra alma, es una a excelente oración. “¡Oh mi Señor! Aquí está el alma que ha creado, rescatado. Mire cuanto fue deformada, cuanto está llena de inclinaciones que desagradan a sus ojos. ¡Tenga piedad!” Esta oración va derecho al corazón de Cristo.
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team