Martes, 15 De Octubre : San Bernardino de Siena
Ya enseñé que la caridad se hace con el corazón, las palabras y las obras. Nunca tendrás una excusa para esto: cuando veas la necesidad de un pobre, debes tener compasión. Si vas al hospital y no puedes curar la pena de un enfermo, ofrécele al menos la caridad del corazón y ten compasión. Puedes darle también una caridad que le será muy apreciada: la palabra. Con la bondad de pocas palabras, aliviarás su pena. Una omisión de estas palabras no se podría excusar. En cualquier estado o condición que veas al infortunado, puedes consolarlo. Agrada tanto al pobre la caridad con una palabra, que enseguida se reconforta y apacigua. Escucha la Escritura Santa: “¿No calma el rocío el calor ardiente?” (Ecli 18,16). Recuerda la sensación que experimenta en tiempos de gran calor, cuando encuentras un abundante rocío a la mañana. Lo mismo, a veces, no pudiendo asistir a un pobre con los bienes de este mundo, lo sostienes con tu palabra y es renovado y consolado, aunque no fuera aliviado en su requerimiento material. Pero dices: si es sordo ¿cómo ofrecerle esta caridad? No es excusa tampoco. Puedes por lo menos coser sus vestimentas, ayudarlo a vestirse, a calentarse, ingeniarte según los medios. Nadie es dispensado de compartir con el que lo necesita. (…) No tienes excusa ante Dios si no lo asistes. Ofrécele la caridad con alegría.
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team