Martes, 19 De Marzo : León XIII
José era el guardián, el administrador y defensor legítimo y natural de la casa divina de la cual era la cabeza. Ejerció su cargo durante todo el tiempo de su vida mortal. Se ocupó de proteger con soberano amor y una solicitud diaria a su Esposa y a su Hijo; con su trabajo ganó con regularidad lo que era necesario a una y a otro para su alimento y vestido; preservó de la muerte al Hijo amenazado por la envidia de un rey…; en las dificultades de los viajes y las penas del exilio, constantemente ha sido el compañero, la ayuda y el sostén de la Virgen y de Jesús. Ahora bien, la divina casa que José gobernó con autoridad de padre, contenía las primicias de la Iglesia naciente. La santísima Virgen, de la misma manera que es la madre de Jesucristo, es también la madre de todos los cristianos a quienes ha dado a luz en el Calvario, durante los supremos sufrimientos del Redentor; también Jesucristo es como el primogénito de entre los cristianos, que, por la adopción y la redención, son sus hermanos (Rm 8,29). Estas son las razones por las cuales el bienaventurado patriarca José mira a la multitud de los cristianos que componen la Iglesia, y que le son particularmente confiados, como a esta inmensa familia extendida por toda la tierra y sobre la cual, por ser el esposo de María y el padre de Jesucristo, posee una autoridad paternal. Es, pues, muy natural y digno del bienaventurado José que, de la misma manera que en otro tiempo estaba atento a las necesidades de la familia de Nazaret y la rodeaba santamente con su protección, ahora, con su patrocinio, proteja y defienda a la Iglesia de Jesucristo.
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