Martes, 31 De Mayo : San Pablo VI
Después de veinte siglos, la fuente del gozo cristiano no ha cesado de brotar en la Iglesia, y especialmente en el corazón de los santos…En primera fila está la Virgen María, llena de gracia, la Madre del Salvador. Acogiendo el anuncio de lo alto, esclava del Señor, esposa del Espíritu Santo, madre del Hijo eterno, deja estallar su gozo ante su prima Isabel que celebra su fe: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, mi espíritu se goza en Dios mi salvador… Desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada». Ella ha captado, mejor que todas las demás criaturas, que Dios hace maravillas: su nombre es santo, muestra su misericordia, enaltece a los humildes, es fiel a sus promesas. No es que para María el desarrollo aparente de su vida salga de la trama ordinaria, sino que medita los más mínimos signos de Dios, repasándolos en su corazón (Lc 2, 19.25). No es que los sufrimientos le sean ahorrados, en absoluto: permanece de pie junto a la cruz, asociada eminentemente al sacrificio del Servidor inocente, madre de dolores. Pero está también abierta al gozo sin medida de la Resurrección; ha sido también elevada en cuerpo y alma hasta la gloria del cielo. Primera rescatada, inmaculada desde el momento de su concepción, incomparable morada del Espíritu, habitáculo purísimo del Redentor de los hombres, es al mismo tiempo la Hija muy amada de Dios y, en Cristo, la Madre universal. Es el símbolo perfecto de la Iglesia terrestre y glorificada. Que resonancia tan maravillosa adquieren, en su existencia singular de Virgen de Israel, las palabras proféticas que ser refieren a la nueva Jerusalén: «Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios, porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como un novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas» (Is 61,10).
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team