Martes, 8 De Abril : San Máximo de Turín

Cristo nuestro Señor ha sido crucificado para liberar al género humano del naufragio de este gente… En el Antiguo Testamento Moisés había levantado, en medio de los moribundos, una serpiente de bronce atada a una estaca; había ordenado al pueblo esperar la curación mirando este signo (N 21,6s). Era este un remedio de tal potencia contra la mordedura de las serpientes, que el herido, volviéndose hacia la serpiente elevada, confiaba y en seguida recuperaba la salud. El Señor no dejó de recordar este episodio en el Evangelio cuando dijo: “Como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre ” (Jn 3,14)… La serpiente es pues la primera en ser crucificada, por Moisés. Es sólo justicia, ya que el diablo fue el primero que pecó bajo la mirada del Señor (Gn 3)… Fue crucificado sobre un tronco, lo que es justo, ya que el hombre había sido engañado indirectamente por árbol del deseo; en lo sucesivo, es salvado por un tronco tomado de otro árbol… Después de la serpiente, es el hombre quien es crucificado en el Salvador, sin duda alguna, para castigar no sólo al responsable, sino también el delito. La primera cruz se venga sobre la serpiente, la segunda sobre su veneno: el veneno que por su persuasión había penetrado en el hombre es rechazado y curado… He aquí lo que hizo el Señor por su naturaleza humana: Él, el inocente, sufre; en Él la desobediencia, provocada por el famoso engaño del diablo, es enmendada; y liberado de su falta, el hombre es liberado de la muerte. Ya que tenemos por Señor, a Jesús que nos liberó por su Pasión, tengamos constantemente los ojos fijos en Él, esperemos siempre encontrar en este signo el remedio a nuestras heridas. Si el veneno de la avaricia viniera a apoderarse de nosotros, miremos la cruz, ella nos librará; si el deseo, este escorpión, nos roe, implorémosla, ella nos curará; si las mordeduras de los pensamientos de aquí abajo nos laceran, roguémosle y viviremos. He aquí las serpientes espirituales de nuestras almas: para pisotearlas, el Señor fue crucificado. Él mismo nos dice: ” Os di el poder de pisotear serpientes, escorpiones, y nada podrá dañaros ” (Lc 10,19).
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