Miércoles, 12 De Abril : San Juan Pablo II
El icono de los discípulos de Emaús puede servir muy bien a la Iglesia como orientación en este Año en que presta una atención especial al misterio de la santa eucaristía. En el camino de nuestras preguntas, nuestras inquietudes y, a veces, nuestras profundas decepciones, el divino Caminante continúa a nuestro lado como compañero que nos introduce, interpretando las Escrituras, en la comprensión de los misterios de Dios. Cuando el encuentro se realiza en su totalidad, a la luz de la Palabra sigue la luz que brota del “pan de vida” por el que Cristo realiza de la manera más alta su promesa de quedarse con nosotros “todos los días hasta el fin del mundo.” (Mt 28,20) La narración de la aparición de Jesús a los dos discípulos de Emaús nos ayuda a destacar un primer aspecto del misterio eucarístico que tiene que estar siempre presente en la devoción del pueblo de Dios: la eucaristía como ”misterio luminoso”…Jesús se llama él mismo “luz del mundo” (Jn 8,12) y esta característica se pone de relieve por aquellos momentos de su vida como la Transfiguración y la Resurrección, en donde su gloria divina resplandece claramente. En la eucaristía, al contrario, la gloria de Cristo queda velada. El sacramento de la eucaristía es el “mysterium fidei”, el misterio de la fe por excelencia. Precisamente, a través del misterio de su ocultamiento total, Cristo se revela como misterio luminoso, por el que el creyente es introducido en la profundidad de la vida divina… La eucaristía es, ante todo, luz porque en cada misa la liturgia de la Palabra de Dios precede la liturgia eucarística, en la unidad de las dos mesas, la de la Palabra y la del Pan… En la narración de los discípulos de Emaús, Cristo mismo interviene para mostrar, “empezando por Moisés y siguiendo por todos los profetas” que “toda la Escritura” (cf Lc 24,27ss) conduce al misterio de su persona. Sus palabras hacen “arder” los corazones de los discípulos, los saca de la oscuridad de la tristeza y de la desesperanza y suscita en ellos el deseo de quedarse con él. “¡Quédate con nosotros, Señor!”
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team