Miércoles, 29 De Enero : San Gregorio Magno

“Sí, todo esto lo vi con mis propios ojos, lo escuché con mis oídos y lo entendí” (Jb 13,1). Los acontecimientos que seguirían, Job los veía como presentes y no sólo como avenir. Tampoco los acontecimientos del pasado, los veía como algo ya alejado. Era como si tuviera todos los acontecimientos simultáneamente presentes delante de los ojos. Como Job veía lo que iba a venir, en actos o en palabras, pudo decir “lo vi con mis propios ojos, lo escuché con mis oídos”. Pero las palabras no hacen un bien si no se comprenden, por eso agregó “y lo entendí”. Cuando un acontecimiento nos es conocido por la vista o por el oído, si no está acorde con la inteligencia, no hay profecía. El faraón vio en sueños lo que iba a acontecer a Egipto (cf. Gn 41), pero como no tuvo la inteligencia de lo que había visto, no fue profeta. El rey Baltazar vio los dedos de una mano que escribía en el muro (cf. Dn 5), pero no fue profeta porque no había recibido la inteligencia de lo que había visto. El bienaventurado Job afirma haber visto todo, oído todo y comprendido, porque el portaba el espíritu de profecía para testimoniar. Por eso, de esta inteligencia, no porta orgullo.
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