Sábado, 16 De Septiembre : Beato Columba Marmion
La fe es un cimiento. Observen un monumento que atrae las miradas por su grandeza y el harmonioso conjunto de sus proporciones. ¿Qué le da su solidez? Los cimientos. Si se llegan a quebrar, los muros se agrietan y el edificio está en peligro. Si no se consolida, va a la ruina. Esta es una imagen de la vida espiritual. Ella es un edificio que Dios, de acuerdo con nosotros, construye en nosotros un templo que quiere habitar, a su gloria. Pero si no posamos un fundamento firme, es imposible construir el edificio. Más se eleva el edificio, más es necesario que los cimientos sean profundos y sólidos. Cuando el hombre espiritual piensa llegar a la cima de la perfección, para que nada se derrumbe, debe afirmarse en proporción la base del verdadero amor que es la fe. El santo Concilio de Trento compara la fe a una raíz. Observen ese árbol majestuoso, de tronco poderoso, de ramas vigorosas, follaje abundante y tupido. ¿De dónde vienen esta fuerza y belleza? De algo que no se ve: las raíces. Ellas se sumergen en el suelo para fijarse y sacar las sustancias nutritivas necesarias para la vida de ese gigante. Si las raíces se desecan, el árbol muere. La raíz de la vida cristiana es la fe. Sin ella, todo se marchita, se deseca, muere. Es la condición necesaria de la vida y del progreso espiritual.
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team