Sábado, 20 De Julio : Orígenes
En el transcurso de una comida, Jesús se levanta, se quita el manto y adopta la actitud de esclavo, tal como lo describen las palabras siguientes: “…tomó una toalla y se la ciñó a la cintura” para no estar del todo desnudo y para enjugar los pies de sus discípulos con su propio manto. (cf Jn 13,2-5) Mirad hasta qué punto se abaja la grandeza y la gloria del Verbo hecho carne, hasta lavar los pies a sus discípulos. “Echó agua en una jofaina”. “Abrahán alzó los ojos y vio tres hombres que estaban de pie delante de él. En cuanto los vio, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda y postrándose en tierra, dijo: Mi Señor, por favor, te ruego que no pases de detenerte con tu siervo.” (Gn 18,2-3) Pero no es Abrahán que toma agua ni dice que él mismo va a lavar los pies de los forasteros que han venido hasta él, sino que dice: “Haré que os traigan agua para lavaros los pies.” Tampoco José trajo él mismo agua para lavar los pies a sus once hermanos, sino su mayordomo “los introdujo en la casa, les puso agua para que se lavaran los pies.” (Gn 43,24) Pero aquel que declaró: “Yo estoy entre vosotros como el que sirve” (Mt 20,28) dijo con toda verdad: “Aprended de mí que soy sencillo y humilde de corazón.” (Mt 11,29) El Señor vierte, él mismo, el agua en la jofaina. Sabía que nadie, salvo él mismo, podía lavar los pies a sus discípulos para que esta purificación les conceda tener parte con él. El agua, pienso, era una palabra capaz de lavar los pies de los discípulos que se acercaban a la jofaina preparada por Jesús.
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