Sábado, 6 De Julio : San Paciano
El pecado de Adán se comunicó a todo el género humano, a todos sus hijos… Es, pues, necesario que también la justicia de Cristo se comunique a todo el género humano; de la misma manera que Adán, por el pecado, hizo perder la vida a su descendencia, así Cristo, por su justicia, dará la vida a sus hijos (cf Rm 5,19s)… En la plenitud de los tiempos, Cristo recibió de María un alma y nuestra carne. Esta carne, él vino a salvarla, y no la abandonó en la región de los muertos (Sl 15,10), la unió a su espíritu y la hizo suya. Estas son las bodas del Señor, su unión a una sola carne, a fin de que, según «este gran misterio» sean «dos en una sola carne: Cristo y la Iglesia» (Ef 5,31). De estas nupcias nació el pueblo cristiano, y sobre ellas descendió el Espíritu del Señor. Esta siembra venida del cielo se expandieron rápidamente en la substancia de nuestras almas y se mezclaron con ella. No desarrollamos en las entrañas de nuestra Madre y, creciendo en su seno, recibimos la vida en Cristo. Eso es lo que hizo decir al apóstol Pablo: «El primer hombre, Adán, se convirtió en ser vivo; el último Adán, en espíritu que da vida» (1C 15,45). Es así como Cristo, por sus presbíteros, engendró a hijos en la Iglesia, tal como lo dice el mismo apóstol: «Soy yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús» (1C 4,15). Y es así como por el Espíritu de Dios, Cristo, por las manos de su presbítero, y con la fe por testigo, hace nacer al hombre nuevo formado en el seno de su Madre y dado a luz en la fuente bautismal… Es, pues, necesario creer que podemos nacer… y que es Cristo quien nos da la vida. El apóstol Juan lo dice: «A cuantos la recibieron les da poder para ser hijos de Dios» (Jn 1,12).
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