Viernes, 6 De Diciembre : Hildebrand
Jesús bendito, mi esperanza, mi expectativa, mi amor, tengo que decirte una cosa, algo sobre ti, una palabra llena de dolor y miseria. Tú eres el Verbo, el único engendrado del Padre no-engendrado, hecho carne por mi, Palabra salida del corazón del Padre, Palabra pronunciada por el Padre una sola vez (cf Hb 9,26), Palabra a través de la cual “en los últimos días” (Hb 1,2) tu Padre celestial me ha hablado, dígnate escuchar, tú, Palabra de Dios, la palabra que abundantes deseos hacen salir de mi corazón. Escucha y ve: mi alma está triste y turbada cuando cada día me dicen: “¿Dónde está tu Dios?” (Sl 41,4). No puedo responder nada, temo que no estés aquí, no siento tu presencia. Mi corazón arde en deseos de ver a mi Señor. ¿Dónde están, en efecto, mi paciencia y mi constancia? Eres tú, Señor, Dios mío, y ¿qué voy a hacer? Te busco y no te encuentro; te deseo y no te veo; te persigo y no te alcanzo. ¿Cuál es mi fuerza para que te pueda tener? ¿Hasta dónde puedo soportar? ¿Hay algo más triste que mi alma? ¿Algo más miserable? ¿Algo más probado? ¿Crees tú, amor mío, que mi tristeza se cambiará en gozo cuando te veré? (Jn 16,20)… “Habla, Señor, que tu siervo escucha” (1S 3,9). ¡Señor, mi Dios, que yo pueda escuchar lo que tu me dices. Di a mi alma: Yo soy tu salvación! (Sl 84,9;34,3). Dime algo más, Señor, y habla de manera que yo pueda escuchar: “Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo” (Lc 15,31). ¡Ah!, Verbo de Dios Padre, eso es lo que he querido escuchar.
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team