Viernes, 10 De Mayo : San Máximo el Confesor
Tal como el placer de los sentidos suscita la aflicción, es decir la pena del alma, el placer del alma engendra naturalmente la aflicción, es decir la pena de sentidos. El que busca la vida que espera, la vida de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, con la resurrección de los muertos y la herencia guardada en los cielos fuera de toda corrupción, de toda mancha y de toda marchitez (cf. Pe 1,4), tiene en el alma un regocijo y alegría inefables. Está continuamente radiante, iluminado por la esperanza de los bienes a venir. Sin embargo, tiene en la carne y los sentidos una aflicción: las penas que le vienen de las tentaciones de toda clase y el sufrimiento que esto le inflige. El placer y la pena acompañan a la virtud. La pena de la carne, acompaña a la virtud cuando está privada de la sensación tersa y agradable. El placer del alma, la acompaña cuando ella se regocija en las delicias del espíritu por la razón, sin otra cosa sensible. Es necesario que durante la vida presente, la inteligencia que está ahora afligida por la carne, a causa de las numerosas pruebas que le llegan por la virtud, se regocije en el alma y sea plena de placer por la esperanza de bienes eternos. Mismo si los sentidos estuvieran abrumados. El divino Apóstol revela “Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros” (Rom 8,18).
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team