Viernes, 16 De Febrero : San Máximo de Turín
Después de este tiempo dedicado al ayuno, el alma purificada y agotada, llega al bautismo. Repara sus fuerzas por la inmersión en las aguas del Espíritu. Todo aquello que había quedado consumido por las llamas de la enfermedad renace del rocío de la gracia del cielo. Abandonando la corrupción del hombre viejo, el neófito recobra una nueva juventud… Por un nuevo nacimiento, renace como criatura nueva, siendo el mismo que había pecado. Elías, por un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches mereció poner fin, gracias al agua del cielo, a una sequía larga y terrible en toda la tierra (cf 1R 19,8; 18,41). Apagó la sed ardiente del suelo con una lluvia copiosa. Estos hechos se produjeron como ejemplo para nosotros, para que nosotros, después de un ayuno de cuarenta días, merezcamos la lluvia bendita del bautismo, para que el agua celestial riegue toda la tierra árida en los hermanos de todo el mundo. El bautismo como un rocío de salvación pondrá fin a la larga esterilidad del mundo pagano. En efecto, quien no ha sido bañado en la gracia del bautismo padece sequía y aridez espiritual. Por un ayuno de idéntica duración, el santo Moisés mereció hablar con Dios, convivir con él, recibir de manos de Dios los preceptos de la Ley (Ex 24,18)… También nosotros, hermanos, ayunemos con fervor durante este período, para que…se nos abran también a nosotros los cielos y se cierren los infiernos.
Lecturas Católicas Romanas – rosary.team